Hace un par de semanas hablaba con unos amigos de la actitud tan ligera con la que asumimos ciertos aspectos de nuestra vida espiritual.
¿Alguna vez has sentido que, aunque estás en el lugar correcto, no estás haciendo lo correcto? ¿Te ha pasado?
Déjame mostrarte un ejemplo:
Hubo una persona que estuvo cerca de Jesús durante todo su ministerio. Lo vio hacer milagros, estuvo cuando sanó enfermos y fue testigo de cómo resucitaba a muchas personas.
Vivió en carne propia, en primera fila y en puesto VIP todas las maravillas que brotaban de su existencia.
Pero nada de esto tenía valor suficiente en su mente y en su corazón, como para que notara de quién se trataba. El dinero y las ansias de poder superaban su amor por Cristo. Sin embargo, Jesús no rechazó a Judas.
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Jesús sabía perfectamente con quién estaba compartiendo. Él podía leer su mente y conocía su corazón.
Elena de White, una escritora que admiro, describe esta situación perfectamente: “Judas resolvió no unirse tan íntimamente con Cristo que no pudiera apartarse. Quedaría a la expectativa. Y así lo hizo.”
Y… ¿qué pasó después de haber compartido tantas experiencias juntos durante más de tres años? ¿Qué pasó con todo eso que Judas había visto, escuchado y experimentado? Aparentemente no sirvió de nada. Decidió seguir los deseos de su corazón lleno de maldad y entregar por 30 miserables monedas de plata al Salvador del mundo, a quien se interesaba sinceramente por él, ¡al Autor de la vida!
Al darse cuenta de lo que había hecho, intentó lucir avergonzado y culpable, pero Jesús sabía que sus súplicas de perdón no eran sinceras.
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Me imagino la tristeza en los ojos del Salvador al mirar a Judas. Imagino las veces que intentó que lo siguiera de corazón y las veces que oró al Padre pidiendo por su amigo.
Judas estaba en el lugar correcto, pero no estaba haciendo lo correcto.
¿Será que lo que ocurrió con Judas puede ocurrir con nosotros?
¿Será que somos de ese grupo que nació y creció en un hogar lleno de valores cristianos pero nuestra vida fuera de casa demuestra lo contrario? ¿Será que conocimos a Jesús pero ha pasado tanto tiempo que “ya no sentimos lo mismo”? ¿Será que tratamos de hacer las cosas de la forma correcta, vamos a la iglesia, cantamos, predicamos, participamos en actividades misioneras, pero en realidad no conocemos bien a esa Persona de la que hablamos?
¿Qué hacer en esta situación? Es sencillo: Mira a Jesús. Sí, así de fácil.
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Y la mejor parte es que Él está cerca. Siempre ha estado ahí. Se ha sentado a mirarnos mientras luchamos solos intentando que notemos que Él está extendiendo su mano para salvarnos. Se ha levantado y ha salido en nuestra defensa cuando el enemigo lucha por ganar nuestras vidas.
Jesús no se ha apartado de nuestro lado, porque nos ama.
En Efesios 4:17-32 vemos cómo Pablo le dijo a los hermanos de Éfeso que debían dejar de vivir como antes, cambiar su manera de pensar y ser honestos y santos de verdad. Tal y como corresponde a personas que Dios ha vuelto a crear, para ser como Él.
¿Será que el llamado de Pablo es aplicable también para nosotros hoy?
Luego de ver la triste condición de Judas y lo vulnerables que somos de caer en la misma situación, la pregunta que puedo hacerte es: ¿Estás en el lugar correcto? ¿Estás haciendo lo correcto?
Si no es así, es momento de dar vuelta al rumbo de tu vida. Extiende tu brazo y toma la mano de Jesús, tu amigo de verdad.
Autor: Andrea Paredes
Redes sociales: @andreaapg
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