Eran las 17:24 pm y yo estaba haciendo la lista de compras para un proyecto comunitario. La señora que se encargaba del proyecto me dictaba:
-Escobas, trapos de pisos, detergente… -Yo asentía con la cabeza-. Baldes, bolsas plásticas de color claro (….) Ah, y un indeleble.
Enseguida interrumpí.
–¿Indeleble? ¿Qué es eso?
-Un rotulador, me explicó ella. De esos que no se borran; lo utilizaremos para escribir en las bolsas.
Había pasado una hora y media, y luego de hacer las compras, el trabajo había comenzado.
Con los chicos clasificábamos ropa y la poníamos en distintas bolsas para luego donarla a gente necesitada. Luego rotulábamos: “Ropa de bebé”, “calzados de dama”, “pantalones de hombre”, y así continuábamos escribiendo en las distintas bolsas plásticas de color blancuzco.
-Este pantalón no sé en cuál ponerla –dijo Andrés.
-Ponelo en cualquiera, da igual –comentó Juan.
Logramos clasificar todo, nos sentimos felices y nos fuimos a descansar…
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Muchas veces tenemos un indeleble enganchado en la oreja, cual señor que maneja un camión y tiene que rotular sus encargues para llevarlos al mercado. Pero no rotulamos mercancía, ni ropa, ni calzado; rotulamos personas.
Metemos en una bolsa a todos los que a nuestro criterio son mentirosos, la cerramos y la rotulamos; en otra ponemos a los que critican, en otra a los falsos, y así sucesivamente. También tenemos la bolsa de los buenos, a donde usualmente van todas las personas con las que me llevo bien.
Hay momentos en los que nos pasa lo mismo que a Andrés. “No sé dónde ponerla”, y la pongo en cualquiera, porque a mí no me afecta.
Creo que todos en algún momento rotulamos y fuimos rotulados. Estoy segura de que a vos también te metieron en una bolsa a la que no pertenecías, y fue injusto; así también, las personas que rotulamos cada día no se sienten felices. Estamos lastimando a otros y a nosotros mismos; porque no es sano ir por la vida clasificando gente.
Si te lo perdiste: Misión Kerigma, proyecto que preparará a más de 5000 miembros de la iglesia para la tarea de la evangelización.
Recordá que no estás escribiendo con lápiz, es un indeleble, de esos que no se borran, de esos que duelen y marcan los errores constantemente.
Acordate de que Jesús no hizo, ni hace acepción de personas y que una actitud no te define. No le pongamos el rótulo de ladrón a alguien que se equivocó, robó, lo reconoció y lo está intentando cambiar; y por más que no se arrepienta ni lo intente cambiar, no es mi rol el del señor que maneja el camión y rotula su mercancía. Ese rol solo le toca a Jesús y… ¡ni Él lo hace!
Cuando tengas el indeleble en mano y quieras rotular a alguien acordate de Juan 8:11: “(…) Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. Esa fue la respuesta de Jesús a una mujer rotulada como “adúltera” por escribas y fariseos.
Entonces, si Él no la condenó ¿por qué lo haríamos nosotros? Aprendamos a amar; a no rotular gente; porque así todo es más lindo.
Autor: CathetineSasía.
Conoce a Cathe, este su username: @catitaaaaaaaaaaa
¡Dios te bendiga!
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